Ayer tuve una conversación con una amiga, de esas amigas que son faro, en la que he recordado un momento muy especial de mi vida. Te lo cuento.
En los meses finales del año 2012 participé de la aventura de un temazcal, acompañada por una comunidad que se formó en torno a una mujer medicina mexicana que vino a compartir con nosotres su ceremonia. De esa experiencia me llevo muchas cosas y de la que hoy te quiero hablar es del círculo.
Comenzamos a conocerla haciendo grupos en diferentes centros de terapias que yo visitaba. Durante su estancia aquí la acompañé casi todo el tiempo. Y, comencé a percibir que no sólo se hacía círculo cuando se convocaba el círculo. Hacíamos círculos en cualquier situación. La comida era un círculo, su preparación también era un círculo. Salir a cualquier lugar era un círculo. Antes de dormir también era un círculo. Así el círculo pasó de ser un momento para compartir en grupo a ser el modo de afrontar cada momento vital.
Ésto que te cuento, lo he tenido guardado hasta hoy. Te lo cuento a ti al mismo tiempo que me lo cuento a mi. Y me doy cuenta de lo mucho que aprendí interiormente en esa aventura.
También traigo a la memoria que en esa época hacía y participaba en círculos de mujeres. Los cuales eran diferentes, la energía que movían era distinta. En un círculo de mujeres reinan la sororidad y el empoderamiento femenino. En el círculo del temazcal conformamos una familia unida para un propósito.
Agradezco enormemente haber recordado ésta experiencia. Enseguida la he relacionado con algo que hago actualmente con mi pareja y mis hijos, las reuniones familiares (recurso de disciplina positiva). Te contaré más sobre ello en otras publicaciones 😉
Gracias por estar aquí.
Encarna Llor